El tercer personaje by Sergio Pitol

El tercer personaje by Sergio Pitol

autor:Sergio Pitol [Pitol, Sergio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Crítica y teoría literaria
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-01T00:00:00+00:00


«GRANDES ESPERANZAS»

Las novelas de Dickens han sido parte integrante de las lecturas de infancia y pubertad en el mundo entero. El niño y el adolescente las disfrutan porque en ellas precisamente deambula una multitud de niños y adolescentes sufrientes y al final, por fortuna, victoriosos. Niños huérfanos, perdidos o abandonados, niños maltratados por padrastros o parientes inhumanos, niños encarcelados al lado de padres o abuelos en sórdidas prisiones, niños obligados por verdugos repulsivos a llevar una vida criminal, niños en hospicios o internados de enseñanza peores que los hospicios, niños convertidos en obreros en talleres nauseabundos, donde los propietarios, los capataces y aun los mismos compañeros parecen cristalizar la frase de Hobbes: Homo hominis lupus est; niños con hambre, con frío, con fiebres, que al final logran evadirse de su triste condición de parias.

Pensemos en uno de esos lectores infantiles cautivados por las aventuras de Oliver Twist y de David Copperfield. Recuperémoslo con la imaginación cincuenta o sesenta años después, interesado nuevamente en la obra de Dickens. Encontrará ahí otro mundo, pero será igual o aún más deleitable que el descubierto en la infancia. A ese hipotético lector le gustaría que el novelista hubiese prescindido de ciertas páginas oprimidas por una pesada carga de pacotilla sentimental; preferiría que las relaciones amorosas hubieran sido narradas de modo menos convencional; le fastidia sobre todo el rancio aroma victoriano: ese exceso de sermones y moralinas, así como la división tajante entre sus personajes femeninos, quienes por una parte serán muñecas de salón, niñas bobas y caprichosas o ángeles celestiales ajenos a todas las bajezas del mundo, y por la otra, mujeres perdidas que morirán estranguladas por el hombre que las explotaba o bien arrepentidas, prestas a expiar ese momento de desvarío al que las condujo un corazón indisciplinado, que deberán emigrar a la lejana Australia para redimirse en obras de caridad. El organismo social difícilmente admitía otras posibilidades y, por lo mismo, un escritor que aspirase al éxito no se atrevería a transgredir esas reglas.

Pero aquel hipotético lector encontrará también excelencias que no sospechaba. Descubrirá fascinado una imaginación fantástica y sus productos: personajes inesperados y coloridos, un espacio de maravillas habitado por monstruos de todo tipo, excéntricos excelsos, seres desaforados tanto en la maldad como en la abnegación. ¡Figuras salidas del carnaval de Brueghel, del Bosco o de Goya! Como en las Moralidades, ese género teatral del Medievo inglés, todo personaje representará una virtud o un vicio: la avaricia, el temor, la ignorancia, la fidelidad, el orgullo, el amor, la frivolidad, etcétera. Pero en Dickens, dada la energía de sus personajes y el ritmo frenético de sus movimientos, las figuras se acercarían más bien a la vitalidad de la commedia dell’arte italiana. El mismo lector advertirá que aunque Dickens hace concesiones al público en lo referente a la moral privada, no cede un punto en el propósito de inquietarlo. Lo mimaba, sí, pero también desplegaba ante sus ojos la imagen de un mundo imperfecto, una sociedad mal regulada, donde a menudo los buenos eran escarnecidos y los malos premiados.



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